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viernes, 20 de abril de 2012

Luces, cámara, acción.

Día más que ajetreado, relojes sonando a las 6 de la mañana. Hora de despertarse, hora de ir a trabajar. No hay saludos, no hay preguntas, no hay gestos de cariño. Entras por la puerta y tu cabello tiene otro dueño, tu cara ya no forma parte de ti, otros artistas la perfeccionan, mientras ,esas personas que te pagan, te miran de arriba abajo con cara de circunstancia y te dan tu ropa.
Durante unas cuentas horas tu no eres dueña de nada, otros se encargan de ti. Dan cada pincelada con la máxima sutileza para que todo, no termine, no perfecto, grandioso. Rapidez, característica principal de ese día, no hay lugar para la tranquilidad, miradas de indiferencia y estrés recorren cada tramo del backstage. La soberbia es el pan de cada día. La laca inunda tus pulmones y tu peor enemigo no es tu jefe ni la gran virtuosa  que te llama la atención por no haber dormido las horas suficientes la noche anterior y tener la mínima ojera, tu mayor enemigo son esos 18 centímetros de tacón.Es una relación amor-odio. Un par de tacones que pueden convertir tu máximo sueño en la más horrible de las pesadillas y si no les enseñas quien manda siempre irán por su cuenta. Tienes que aprender a domarlos porque forman parte de tu cuerpo. Son perversos.
El tiempo de espera, el peor.
Abundantes nervios vagan por tu estómago recordándote que eres débil, pero también recordando que sigues siendo humana. 15 minutos, 10, 5... Y sales a la pasarela, desfilas.Ahí es entonces cuando eres la dueña de tu cuerpo, de tu ser. No eres como una diosa, eres la Diosa. Haces que hasta la misma Afrodita te tenga envidia. Andas con tus pasos mostrando un Valentino que muchos comprarán pero pocos sabrán llevarlo. Llevas puesta una joya, cuidas tu mirada para todos los flashes. Vendes esa prenda que cubre tu cuerpo. Así, genial, sin el más ínfimo fallo.
Terminas de tu jornada de trabajo y llegas a casa sudando el cansancio. Sí, es duro, pero ese trabajo, esa adrenalina que sientes antes de la pasarela. Inspiras antes de salir y espiras cuando vuelves dentro. La sensación de poder. Amas esto, es tu vida, pura droga. Y no, no lo cambiarías por nada.

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