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lunes, 5 de diciembre de 2011

Era nuestra primera cita, pero mis deseos hacia él llevaban tanto tiempo en mi interior que no podía aguantar mas. Él como siempre, no paraba de hablar y de hablar, riéndose con esa sonrisa torcida que tenía, que me hacía estremecer cada vez que la veía.
Pasó muchas veces por mi cabeza esa idea toda la noche, y ya, en aquel bar lleno de arte y jazz, nido de cualquier músico, mientras él hablaba y reia y reia y hablaba, estando el uno frente al otro, me levanté decidida, sin vacilar, me puse de pie, delante de él, baje la cabeza y lo besé.
Y en ese momento sentí lo que nunca había sentido por nadie. De repente el beso se convirtió en más besos, y los besos en caricias y en susurros al oído, y los susurros en respiración entrecortada..Al día siguiente tenía un regalo precioso entre mis sábanas, él.

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